Uruguay obliga a etiquetar los transgénicos a partir de 2015
Ya está reglamentada la normativa de la Intendencia de Montevideo (IM) que obliga a etiquetar los alimentos con componentes transgénicos a partir de 2015.
La iniciativa no es menor en un país como Uruguay que se ubica décimo en el mundo con mayor área de siembra destinada a cultivos transgénicos, y cuarto en Sudamérica, detrás de Brasil, Argentina y Paraguay, de acuerdo a datos del Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agrobiotecnológicas (Isaaa, por su sigla en inglés) de 2013.
En la otra punta de la cadena productiva, no se han aprobado nuevos eventos transgénicos desde hace más de dos años. Un tema que le aparecerá en la agenda al próximo gobierno.
En Uruguay, se siembran hasta la fecha 14 eventos transgénicos también llamados organismos genéticamente modificados (OGM) aprobados para uso comercial y consumo: 10 de maíz y cuatro de soja, según el listado actual del Gabinete Nacional de Bioseguridad.
Paralelamente, hay en curso nuevas solicitudes de evaluación de transgénicos cuatro de soja y cinco de maíz para uso comercial. Algunas con el objetivo de producir semillas transgénicas destinadas a la exportación; otras para participar de los ensayos de investigación para ingresar al Sistema Nacional de Evaluación de Cultivares. Además de maíz y soja, se está evaluando una especie de papa y una de tomate transgénicos, de momento no para su uso comercial, sino con fines de investigación.
La nueva normativa
El decreto departamental firmado en diciembre de 2013 y reglamentado el 22 de setiembre pasado establece que los alimentos que han sido manipulados genéticamente o que contienen uno o más ingredientes provenientes de estos, que superen el 1% del total de cada ingrediente considerado individualmente, deberán ser etiquetados.
Esos alimentos llevarán una etiqueta con un triángulo amarillo con una T. Pero la norma no rige para los alimentos que se sirven en restaurantes o establecimientos similares y aquellos que incluyen únicamente el uso de un auxiliar tecnológico modificado genéticamente, como levaduras y enzimas.
Las empresas elaboradoras e importadoras tienen plazo hasta fin de año para declarar la composición y ajustar el etiquetado, dijo el director de la división Salud de la comuna, Pablo Anzalone, a El Observador Agropecuario.
El 1º de enero de 2015 comienzan los controles en los puntos de venta. Habrá un seguimiento a las empresas para corroborar que la declaración de uso de transgénicos respete la norma y también se vigilará que todos los productos con componentes transgénicos hayan sido declarados como tales. Quienes no cumplan deberán pagar una multa.
Uno de los aspectos que preocupa a los empresarios es si la medida encarecerá los productos que requieren la etiqueta. Según Anzalone, no habrá encarecimiento porque los análisis de alimentos se solventan con la tasa bromatológica ya existente, que permite al gobierno departamental cubrir los costos del control alimentario.
Asimismo, descartó que la nueva reglamentación tenga un impacto negativo en el consumo. La decisión está en el consumidor. Nosotros no le agregamos carga positiva ni negativa. Lo que sí decimos es que tiene derecho a saber si lo que está consumiendo tiene o no elementos transgénicos, sostuvo el jerarca.
Algunas repercusiones
Marcos Carrera, director de Asuntos Corporativos de Monsanto, una de las empresas más conocidas por producir este tipo de materiales genéticos, dijo que esta norma no tiene impacto directo sobre la empresa.
En Uruguay se cultiva maíz y soja transgénicos. Los solicitantes de nuevos eventos son los representantes legales en Uruguay de las multinacionales Monsanto, Bayer, Syngenta, Dow y Pioneer. Las características incorporadas por modificación genética, hasta el momento, son la resistencia a insectos y la tolerancia a herbicidas, o las dos combinadas en la misma planta. Este último es el caso de la soja Intacta que se comercializó por primera vez en Uruguay el año pasado. Intacta ocupó 4% del área total de soja y los resultados de ensayos mostraron un incremento del rendimiento entre 8% y 15%, informó Carrera.
A la par de la expansión de los cultivos genéticamente modificados crecen las voces a favor y en contra de su desarrollo y consumo. Para unos, el uso de transgénicos permite incrementar el rendimiento de los cultivos, bajar costos de producción, reducir el uso de agroquímicos y dar herramientas para mejorar el acceso a los alimentos a una población mundial creciente, con recursos naturales limitados, a través del uso de tecnologías ambientalmente más amigables.
Quienes se oponen argumentan que el mal uso de estas tecnologías genera un impacto negativo sobre el medioambiente y sobre la salud humana (aunque no hay pruebas científicas concluyentes que lo avalen). Cuestionan a las empresas multinacionales que las desarrollan, principalmente a los sistemas regulatorios de patentes.
Mirando hacia adelante
En 2013 la superficie mundial de cultivos biotecnológicos siguió aumentando, con una tasa de crecimiento anual sostenido de 3% equivalente a 5 millones de hectáreas para llegar a 175,2 millones de hectáreas, de acuerdo a los datos de Isaaa. Desde el inicio de la comercialización de estos productos, en 1996, han pasado 18 años de aumento constante. En 2013, 18 millones de agricultores plantaron cultivos biotecnológicos en 27 países.
Al menos 60 países tienen requisitos de etiquetado, entre ellos Japón, Brasil y toda la Unión Europea. La seguridad alimentaria es centro de preocupación a escala mundial. Y aunque los alimentos transgénicos no se consideren un riesgo para la salud humana por la Organización Mundial de la Salud el debate sobre su uso permanece con la misma vigencia que desde sus comienzos.
Fuente: agronoticias -FAO
Subdepartamento de Inteligencia Comercial